Yo, Isabel Garrido, autora que confiesa desde hace años que es una escritora de brújula, cada día me encuentro más cómoda planificando las sesiones de escritura.
Sobre qué es ser escritor de brújula o mapa ya he hablado no hace mucho en otra entrada, por lo que no me voy a repetir. En esa misma entrada, además, contaba que las entradas de la semana que subo por aquí, en mi Plan de cuidados literario, cada lunes están planificadas. Y no es lo único que planifico, cada vez más voy intentando dejar atadas de antemano mis sesiones de escritura.
Esto último se lo cuento a mi yo de quince o dieciséis años y no se lo cree.
Escritura a capas
En realidad, con la poesía siento que poco se puede hacer con respecto a la planificación. No he conseguido sentarme una mañana cualquiera, pensar «hoy voy a escribir dos poemas» y sacarlos como si nada. No funciono así.
Lo que sí me funciona, lo que sí concuerda con lo que es mi proceso, es escribir por capas. Llevo años escribiendo así sin saber ni siquiera que este método se llamaba así y, conforme más tiempo va pasando, voy comprobando más y más que es el método que más se acopla a mis ritmos, a todo lo que llevo adelante, y con el que me siento más cómoda.
En una pinceladita rápida, con esto de escribir por capas lo que hago es ir construyendo mis textos poco a poco, en diferentes sesiones de escritura. Soy una escritora lenta, me tomo mi tiempo porque, además, no me dedico en exclusiva a esto, tengo que compaginarlo con mis turnos como enfermera y el estudio de la OPE de enfermería. El tiempo es el que es y tampoco me da para más. Mis sesiones de escritura varían según el día, pero la inmensa mayoría de días que hago turnos de doce horas, por ejemplo, lo máximo que me puedo permitir escribir son los veinte minutos del desayuno con el café delante y el cuaderno.
Con esas condiciones, por más que siempre haya sido de brújula, que haya improvisado y sepa que puedo improvisar sin problemas, necesito planificarme si quiero sacarle partido a los ratos de escritura que tengo.
La escritura por capas y la planificación
Cuando comienzo a escribir un proyecto largo, lo que luego puede que crezca hasta convertirse un libro (o no), empieza con ideas que dan vueltas por la cabeza, luego pasan al cuaderno en forma de improvisación (lluvia de ideas, frases que se me ocurren, bocetos a partir de los cuales escribir algún poema… cualquier cosa). Esta parte es lenta, puede llevarme meses o años, especialmente cuando estoy escribiendo otro proyecto en esos momentos y tiene prioridad sobre lo nuevo.
Así que las primeras capas son algo muy genérico, sin profundidad ninguna. Es por eso por lo que hago revisión periódica de mis cuadernos, porque entre sesión y sesión de improvisación reposan ideas que con el tiempo van cogiendo cuerpo y forma. Y cuando siento que estoy preparada para escribir el siguiente proyecto, ya sea porque se me acumulan las ideas o porque me muero de ganas de dedicarle atención y veo que ha llegado su momento, es cuando echo un vistazo atrás a rescatar todo ese material. Es cuando la planificación aparece.
Capa primera: el peso de los turnos en la escritura
Obviamente, en mis días de trabajo escribo lo justito e improviso, siempre en papel. Lo más que consigo hacer es tomar alguna imagen o idea que me haya apuntado rápidamente (lo más probable, el día anterior) y sacar algo a partir de ahí. En general son mañanas en las que me dejo llevar. Desbloqueo mucho haciéndolo así, suelen ser sesiones bastante productivas y, la verdad, las disfruto. Me voy luego al hospital con otro humor, me noto que cuando no lo hago me falta a lo largo del día algo importante.
En mis días libres es cuando escribo el grueso de mis proyectos. Es cuando puedo disponer de algún tiempo de verdad y puedo permitirme pasar una hora, dos o las que sean releyendo, poniendo en orden mis notas y escribiendo en sí. Son las sesiones menos improvisadas de todas y son las que realmente planifico con anterioridad.
Si no tengo en cuenta esta realidad es imposible organizar nada.
Capa segunda: las sesiones de escritura más incipientes
Los poemas, cuando salen por primera vez, son piezas en bruto que hay que pulir.
No por ello los limito. Dejo que salgan, los escribo, los voy anotando y acumulando. Y este paso sería el mismo si escribiese un relato, dejo que vaya saliendo en bruto la idea principal. Mi planificación, en este caso, se limita a intentar sacar el máximo tiempo posible para ir desarrollando las ideas que haya ido anotando previamente y que he ido ordenando antes de sentarme a escribir.
Si ha salido adelante un texto es porque ha habido un trabajo previo en el que he ido delimitando, sesión tras sesión, a base de preguntas y respuestas que me hago a mí misma, qué es lo que quiero expresar, qué es lo que quiero contar (sí, también pienso en los temas de mi poesía, no los dejo al azar) o, en caso de un relato, las líneas principales del argumento y su futura estructura.
Es un proceso muy circular de construcción porque, realmente, el libro en cuestión que haya empezado a escribir se ha ido escribiendo poco a poco en mi cabeza, así que es cuestión de poner orden a mi caos y dejarlo que siga creciendo y vaya saliendo.
Luego, conforme escriba, conforme pase del papel a la pantalla, es probable que todo evolucione y cambie, si veo que lo que había pensado no se ajusta bien a lo que va saliendo. Ahí mi brújula manda más que nunca.
Capa tercera: desbridar, pulir, reescribir
Hasta no hace tanto me consideraba brújula porque no planificaba, porque cuando había probado a funcionar con esquemas no me servían e improvisaba e improvisaba, sin rumbo, sin saber qué quería hacer realmente. Madurar y crecer como escritora también es ver que, realmente, no había dado con mi método.
Cuando tengo por fin el proyecto finalizado, es decir, cuando ya he trabajado lo suficiente el manuscrito y puedo considerar que lo tengo lo suficientemente avanzado como para poder darle el nombre de borrador, es cuando planifico la siguiente etapa. Imprimo, paso de la pantalla al papel, y me dedico a hacer lecturas, a anotar lo que vea que no me concuerda, tachar y eliminar.
Ya he hablado alguna que otra vez de desbridar poemas porque, para mí, es parte esencial de la escritura. Sin este paso, sin reescritura posterior, no puedo sentir que esté escribiendo de verdad. Además, no se limita a una simple corrección, este paso circular implica también crear sobre lo ya creado. A veces toca añadir versos para que un poema quede redondo. Otras, eliminar poemas enteros porque no se ajustan a lo que quiero transmitir con el hilo argumental del libro. Puede ser también cambiar el orden de un texto, borrar partes, rehacer poemas enteros o usar lo ya escrito para empezar desde el principio alguna parte y escribirla desde otro punto de vista.
No creo que sea «corregir» sin más. No va la cosa de erratas ni de repeticiones, va de algo más profundo. Siento que así es como le saco más partido al texto y me puedo permitir mejorarlo. Planifico las sesiones según las partes del manuscrito, mi disponibilidad y el calendario de estudio y trabajo, voy intentando cumplir cada día con lo previsto y así ir avanzando.
Gracias a esto exprimo y saco el mayor jugo posible al libro que voy escribiendo. Ya habrá tiempo después de corregir erratas y repeticiones.
Una escritora no tan brújula
En conclusión, una cosa es cómo se empieza escribiendo y otra cómo una madura, va creciendo como escritora y termina haciendo las cosas a su manera para poder funcionar. Y, en mi caso, he pasado de lanzarme a la piscina sin saber si había agua o no a tener más o menos claro todo antes de lanzarme.
He pasado, pues, de ser una brújula, o lo que yo pensaba que era, a algo más mapa, aunque en versión circular. No sé ni cómo llamarlo, pero tampoco me importa.
Escribir con este método, a capas, me permite, también, ser consciente en cada instante de en qué momento exacto me encuentro con cada proyecto, de su grado de avance y de qué pasos me quedan para seguir avanzando. Me sirve para dar vueltas con mi brújula, sí, pero acabar planificando el esquema de lo que será en un futuro el proyecto que tengo entre manos, trazar su estructura y poder ir sobre un rumbo más o menos estable hacia mi meta, el manuscrito final.
Y, además, me ayuda a no perderme si paso tiempo alejada del ordenador porque la vida, y en especial mis turnos y el cansancio, me atropellan y me dejan sin fuerzas.
Siempre me fascina ver a los escritores reflexionar sobre su proceso creativo. Es tan complejo y tiene tantos matices de una persona a otra…
Yo soy mucho más simple. Podría decir que escribo cuando no puedo evitarlo xD
¡Besos!
Creo que, además, de todas estas cosas siempre podemos aprender de otros y cómo lo hacen.
Yo empecé como tú, escribiendo cuando no podía evitarlo y fíjate cómo vamos ahora. También es verdad que o lo hago así o no hay manera de encontrar coherencia con todo lo que llevo adelante.
Un beso.