Vuelvo al punto de inicio.
Vuelvo a notar que bajo la piel de los dedos hay un latido.
De momento ese latido es muy leve, tan débil y tan sutil que a ratos cuesta incluso notarlo. Por momentos parece que desaparece, le pierdo la pista y me digo a mí misma que de ahí no pasa, no hay mucho más. Que era todo una ilusión.
La indefinición es su sino. La padece mientras viene y va, como un oleaje de fondo en un mar en calma. Noto cuando se retira, me quedo a la espera a ver qué ocurre, si murió por inmadurez o por falta de atención, si se convirtió en una planta marchita por falta de riego. Pero entonces vuelve, lo hace como esa ola suave que lame los pies en la orilla, y me deja sorprendida cuando ya la daba por perdida. Me espera frente al cuaderno, junto a la última línea escrita, y palpita de gozo. Es entonces cuando compruebo que, a pesar de su inmadurez, ahí sigue, esperándome, esperando que empuñe la pluma y le dedique tiempo.
Son cuatro ideas vaporosas con la mínima conexión posible.
Son algunas sensaciones que intento plasmar para poder poner orden a todo esto.
Son recortes de todo lo que he leído, lista de artículos que me he empapado, libros anotados para seguir avanzando y una sensación clara y constante de que algo existe. Algo crece.
Todavía es demasiado inconsistente todo, sé que se está construyendo todavía el andamio sobre el cual poder avanzar. Tan en fase inicial está todo que casi ni se nota la estructura aún. Pero está ahí, existe, conozco mis patrones y sensaciones. Sé cuando un libro empieza a formarse dentro de mí.
Si todo esto llegará a buen puerto ya se verá, como siempre. De momento me contento con el documento de Scrivener creado, las notas que se me van acumulando e ir condensando todo lo que me viene. El resto ya irá creciendo poco a poco, con trabajo y tiempo.