A veces recibo preguntas, como esta en Substack, que me inspiran para escribir una entrada:

Soy madre. Mi hija tiene menos de dos años y es una criatura encantadora con la que me encanta jugar y pasar tiempo juntas.
Soy enfermera. Hasta hace un par de semanas escasas iba a turnos. Ahora, con mi plaza fija, estoy más estable en un centro de salud. Eso no quita que yo siga estudiando y haciendo cursos, entre los que organiza el EVES y uno de heridas que estoy haciendo por mi cuenta. Y he vuelto a enredarme en lo de ser referente de heridas. La cabra tira al monte, qué se le va a hacer.
Soy escritora, poeta mayormente. Pero los caminos de la poesía son inescrutables y para llegar a ellos lo hago a través de la escritura masiva de cuadernos. Sumemos mi blog, con sus entradas (unas quinientas o seiscientas palabras semanales de media, a veces me explayo y llego a las mil perfectamente), y las entregas de mi newsletter (otras quinientas palabras aproximadamente cada semana). Y sí, para escribir todo eso, escribo a diario. ¿Cómo lo hago? Es la gran pregunta que me hacen más a menudo.
Receta para escribir a diario: perseverancia
El hábito de escribir a diario ya lo he comentado alguna que otra vez por aquí, pero cómo lo he conseguido creo que no lo he plasmado. Y tiene mucho que ver con mi faceta enfermera.
Hace años, en 2012, fue cuando decidí que quería ser enfermera especialista. Para conseguirlo hace falta pasar un examen de acceso que se convoca de manera anual, el EIR, y ya serían dos años de formación después de pasarlo. El examen es complicado, el temario es un concepto tan amplio como «toda la enfermería», sin nada acotado en las bases. En aquel entonces, encima, las plazas ofertadas eran una risa.
Preparar un EIR sin organización ni método está abocado al fracaso, os lo garantizo. Las herramientas de organización del temario y de sacar tiempo de donde sea que me ha dado prepararme siete veces el EIR ya os digo que no me las dará ninguna otra cosa. De hecho, me vinieron muy bien para preparar la OPE en su día, con la que he conseguido la plaza.
Perseverancia, pura perseverancia. Cabezonería, también, para qué negarla. Y mucha organización, mucho saber de dónde arañar momentos del día.
Receta para escribir a diario: veinte minutos sagrados
Desde hace unos cuantos años mis mañanas son sagradas. Madrugo más de lo que necesito para tener asegurados al menos veinte minutos diarios de escritura junto al café, en silencio a solas. Empiezo la jornada laboral de otro modo ya solo por el hecho de haber dedicado el desayuno a escribir.
A veces es todo lo que puedo escribir en un día. Otras, ni siquiera tengo ese tiempo (descansos, festivos en casa…) y me toca dejarlo para el rato de la siesta de mi hija o para cuando duerme por la noche. Araño un rato al cansancio, dedico esos veinte minutos a la escritura. No hay más.
He pasado por rachas de sequía y sé lo que me duele por dentro tenerlas. Necesito escribir sí o sí, aunque sea un par de líneas, así que es una rutina que me lleva acompañando años. Puedo comentar también que desde que hice el reto de los 100 días de escritura de Gabriella Literaria he escrito como nunca, sin apenas romper racha (dos semanas de posparto y dos días sueltos contados desde junio de 2022). Pero esto ya venía de largo, la pandemia fue para mí un punto de inflexión gordo, como supongo que nos pasó a muchos sanitarios. No he escrito más en mi vida que como llevo escribiendo desde 2020. Mis cuadernos dan fe de ello.
Y por esa importancia que tiene para mí escribir es por lo que araño con rabia el tiempo de donde sea para hacerlo.
Receta para escribir a diario: una rutina sólida
Es que creo que esto es la clave de todo. Y os lo digo partiendo del caos de vida con turnos cambiantes cada semana que he llevado durante cinco años, maternidad por medio incluida.
Si garantizo mi hueco de escritura (por la mañana o en la siesta de la peque), ya sé dónde meter el resto de otra cosas que quiero hacer, trabajo y maternidad aparte. Si tengo la noche libre, la empleo en avanzar cursos, como he hecho esta semana, en leer o perder el tiempo en internet o jugar un rato a los Sims, que una también es humana. Si llego pronto a casa del trabajo como, descanso un rato (a lo mejor leo o me pongo al día de newsletters) y ya a recoger a la peque a la guarde.
Exprimo el tiempo escaso que tengo. Es lo que llevo haciendo años para estudiar y trabajar al mismo tiempo. Como, por ejemplo, cuando me he llevado el portátil de viaje y he estudiado de noche para la OPE, o cuando he salido de turnos de 12 horas y en la cama he estado leyendo temas o haciendo tests. Si me propongo algo le presto especial atención al tema y dedico un tiempo importante de mi planificación semanal a asegurarme de que cada día haré un poco para avanzarlo, que lo cumpliré.
Si algo me ha enseñado el EIR y la OPE es que tengo muchísima fuerza de voluntad. Tengo claro que esto de la escritura diaria es una mezcla de voluntad pura, pero también esa disciplina fruta de años de estudio intensivo. Exprimir el tiempo al máximo ya es natural en mí. Lo que me ha dado esa preparación enfermera, esas herramientas, pienso aprovecharlas al máximo en otros ámbitos. Para eso las tengo.