A veces pasa, a pesar de todo. La planificación no contaba con ello y llega el domingo por la tarde y mi recordatorio habitual salta, pero esta vez hay un problema: no tengo tema para la entrada de la semana.
La planificación de las entradas del blog
Por suerte no suele ser lo normal. Con una antelación más o menos trimestral me siento delante de la agenda, abro las páginas donde tengo el calendario editorial de mi blog y voy apuntando a lápiz los temas que quiero ir tratando a lo largo de las semanas. Hay margen para la improvisación, por supuesto, de ahí a hacer la planificación a lápiz (¿y si me surge algún tema que quiero tratar esa semana y no contaba con ello? ¿Y si tengo que mover de sitio alguna futura entrada porque no se ajusta bien a lo que me apetece escribir?). Por ello es raro que me quede sin tema sobre los que hablar por aquí.
Pero a veces pasa, y aunque tenga todo planificado al dedillo porque así me libero de la carga mental de pensarlo cuando más cansada estoy tras una semana intensa de trabajo, me pilla el domingo más domingo de la historia, completamente agotada, consultando una agenda donde veo que el tema de esa semana está en blanco porque el que tenía anotado en su día lo moví de sitio.
Y ahora qué.
Escribir como una brújula o como un mapa
Sobre qué es ser escritor brújula o mapa se ha hablado largo y tendido a lo largo de los años en internet (por ejemplo, en este artículo). A modo de resumen rápido: escritor que planifica al dedillo lo que va a pasar en sus textos (mapa) o que se deja llevar de principio a fin sin tener una idea clara, tan solo el punto de inicio y/o el de final (brújula).
De toda la vida había pensado, por mi forma de escribir, que soy una escritora de brújula, pero con el paso de los años, y con mi evolución lógica como escritora, veo que cada vez planifico más sobre lo que voy a escribir: qué quiero contar, las partes que quiero que tenga, las propias entradas de mi blog, etc. Es un proceso orgánico que voy realizando y trazando, en muchos casos, mientras voy escribiendo y que para ello mi cuaderno es mi mejor aliado (ya comenté alguna vez que pienso en papel). Me ayuda a tener claro el camino que quiero trazar con lo escrito y a no perderme, ya que muchas veces escribo demasiado, escribo de más, para poder podar («desbridar») mejor en las correcciones.
Es por eso de ayudarme a tener claro qué es lo que quiero transmitir en cada entrada del blog que para mí, y teniendo en cuenta todo lo que llevo adelante (oposiciones, trabajo), planificar las entradas por adelantado es una buena solución para no quedarme en blanco.
Quién me ha visto y quién me ve. Mi yo de quince años estaría pensando ahora mismo que me han dado un golpe en la cabeza, que esta que escribe esto no soy yo.
El «callo» de la escritura
Ahí, en la página en blanco sin tema, esperando que la escriba en pleno cansancio, es cuando se notan los años escribiendo sin parar. Se nota el peso del entrenamiento, del saber que cada día sí o sí me he propuesto escribir al menos una página del cuaderno para el reto diario de escribir cien días, o de todo este tiempo publicando de forma más o menos ininterrumpida en el blog (con la consiguiente responsabilidad de saber que un día a la semana sin falta tocaba subir un texto).
Es en estos momentos sin ideas en los que aflora más la inventiva. La cabeza comienza a dar vueltas a los más variados temas, estudia sus posibilidades y tira, entonces, de brújula. Cualquier chispazo creativo puede servir para teclear algo más o menos decente, la cuestión es encontrar ese punto de inspiración donde sea.
A partir de ahí es cuando se nota esa escritura continua, ese «callo», eso de «la repetición hace al maestro» o «la repetición suelta la mano». Porque cada vez creo menos en la inspiración repentina y más en ir a buscarla, evocarla y traerla a mí a base de trabajarla. Un título rápido que se viene a la mente, un par de vueltas a su posible estructura, una sesión de tecleo más que improvisada después y la entrada ya ha sido escrita, tiene consistencia, ya está preparada para ser disfrutada una semana más.
Porque escribir, a veces, es tirarse a la página en blanco de cabeza, sin esperar a nada más, que tus propias letras sean las que te salven. Así son los entresijos de escribir desde el agotamiento y así se lo hemos contado.