Hay libros que dentro del mundillo creativo-literario son muy famosos y recomendados. Uno de esos libros es El camino del artista, de Julia Cameron. He probado a leerlo, después de tantas críticas poniéndolo por las nubes, y tengo clara una cosa: este libro no es para mí.
Cómo llegué a El camino del artista
No mentiría si digo que llevo como unos diez años leyendo cosas sobre este libro en internet. Después de tanta recomendación durante años y de la publicidad del boca a boca del método de Julia Cameron tenía muchísima curiosidad. Es de esos libros que siempre he visto en librerías y que nunca había comprado, no sé por qué. La portada, y todas esas historias de gente a la que le ha funcionado su método y lo han puesto por las nubes, hacían que me llamase el libro.
No sé qué me hizo clic hace poco, pero pensé que estaría bien leerme el libro. Quién sabe si me serviría para inspirarme más y escribir mejor.
Por eso, después de buscar qué biblioteca podía sacarlo, el pasado lunes lo saqué prestado y lo traje a casa. Lo empecé ese mismo día, después de terminar el último libro (el maravilloso poemario Los labios de la herida, de Estela Rengel, recomendadísimo por cierto).
Tenía muchas expectativas en el libro, lo reconozco.
Mi problema con El camino del artista
Tengo un mini problemita con el tipo de discurso de escritura persuasiva que se usa en marketing para vender cosas (y del que se abusa mucho en internet): lo veo venir demasiado de lejos, me chirría, le veo las costuras y me saca de la lectura. No puedo evitarlo. Me pasa con algunas newsletter que leo, por ejemplo, que las empiezo a seguir por otros temas y acaban intentando venderme la burra.
Escribiendo, además, con frases cortas.
De una línea.
Por párrafo.
Acabo desuscribiéndome a ese tipo de contenido, cerrando esas páginas, alejándome de ese discurso. Lo siento, porque detrás seguramente haya material interesante y algo bueno, pero me repele demasiado. Como el agua y el aceite.
¿Y por qué cuento esto? Porque toda la introducción entera, casi hasta la página setenta del libro, está escrita con ese estilo. En mi mente solo se escuchaba mientras leía: «¡Vendehumos! ¡Que esta tía solo te está vendiendo la moto!» Todo desde la burbuja del privilegio, eso sí.
Aún así, decidí darle una oportunidad a la lectura, no me quise quedar con la primera impresión. Seguí leyendo, página tras página, hasta llegar a la mitad del libro más o menos. A partir de ahí es que fui incapaz de seguir leyendo. Tanta autoayuda revestida de discurso de salvación; paja por todas partes, tanta que sentía que no estaba avanzando con el libro; tanta reminiscencia a Dios, a tener fe, a ser un canal de su creación, etc.; esa burbuja de privilegio evidente; el discurso adaptando alcohólicos anónimos a la creatividad para vender la panacea destilada… Todo me estaba alejando de las páginas.
No puedo opinar de los ejercicios, no los hice. Tampoco me llamaron como para hacerlos ni darles una oportunidad. Quizás funcionen si se sigue su método, pero teniendo en cuenta que su discurso no me entra ni lo trago, es que no me llaman en lo más mínimo.
¿Se puede salvar algo? Lo único, quizás, es lo de las páginas matutinas para quien le sirva y la cita del artista. Dos conceptos que ya han circulado de sobra por todo internet y por los que no hace falta de ningún modo leerse el libro para saber en qué consisten o ponerlos en práctica.
Ha pasado a formar parte de mi estantería «no tocar ni con un palo» de Goodreads y ha sacado a la hater que llevo dentro. Este libro, desde luego, no es para mí.
Coincido contigo en la opinión sobre este libro. Por si no fuera suficiente lo poco que me gustó lo que leí de él (no lo terminé), me lancé a leer el otro que tiene la autora: El camino de la escritura. Fue todavía peor. Me enfadó muchísimo, lo habría tirado por la ventana, te lo juro.
Esta señora te cuenta en las primeras páginas que tiene un espacio distinto para escribir cada tipo de cosa que escribe y pasa a describirte «la biblioteca», «el saloncito de noséqué», «el despacho de nosécuántos»… Que esta persona pretenda servir como inspiración, no solo sin bajarse de su atalaya de privilegios socioeconómicos, sino haciendo ostentación de ellos, me revuelve lo más grande.
Es que es todo. El privilegio impregna tanto su discurso que es imposible inspirarse así.
Desde luego ganas de asomarme a su otro libro no se me han quedado, no.
Me uno a vosotras con la crítica a este libro. Intenté leerlo hace unos dos o tres años y no pude terminarlo. Lo de las páginas matutinas estuve haciéndolo un tiempo, pero, sinceramente, ¿cómo saco por las mañanas tiempo para escribir esas tres páginas sin morir en el intento? Empiezo a trabajar a las 7 de la mañana y no estoy dispuesta a levantarme a las 5 para ponerme con eso… A mí me pareció un libro que no encajaba conmigo ni con mi forma de ver la creatividad. Demasiado humo. Demasiado ‘tiempo libre’. Hay cosas útiles, pero es mucha paja todo…
¿Has leído Libera tu magia de Elizabeth Gilbert? Es otro de esos libros que están muy reseñados respecto a la creatividad. Yo lo terminé hace un par de semanas y es interesante de leer, pero el consejo fundamental de todo me recuerda a lo que digo siempre: escribe y ya está. Quizás me quedé solo con lo superficial…
Es que esta señora vive en pleno privilegio. Se nota demasiado.
Al final lo que importa es escribir. Cuando se pueda y como sea. Cada uno con sus circunstancias. El resto, paja.