Ahora que he empezado esta semana con la corrección de Lettere he caído en cuenta de que no he hablado por aquí ni del proceso que sigo para escribir poesía ni de cómo corrijo luego lo escrito. Así que vengo a ponerle remedio con la entrada de hoy.
Breve introducción a Scrivener
Scrivener es un programa de escritura muy conocido. Usado sobre todo para escribir novelas o guiones, podéis encontrar cientos de tutoriales y posts escritos sobre el tema, tanto en inglés como en español a nada que busquéis en Google.
La principal ventaja de este programa sobre otros procesadores de texto es su interfaz. En ella, y de un vistazo, pueden verse separados los diversos capítulos o escenas de una novela, con la inmensa posibilidad que da luego de moverlos con facilidad. A la hora de corregir, además, ofrece un mundo de posibilidades que aún me falta explorar del todo: permite marcar con distintos colores las diversas modificaciones que se hace al documento, guardar cada parte en diferentes categorías o con etiquetas asociadas, etc. Pero mejor echadle un ojo a esta página para verlo mejor.
Primer uso de Scrivener para poesía: proceso de escritura del borrador
Sigo siendo una enamorada del papel, no puedo ni quiero evitarlo. Me encanta llevar encima un cuaderno y llenarlo de garabatos, improvisar mientras voy en el transporte público o llenarlo de ideas allá donde esté. Por lo tanto, el cuaderno es el punto de partida de todo.
El proceso comienza, generalmente, con alguna frase o idea que escribo y que, a lo mejor, desarrollo al cabo de los días. O con algunos versos sueltos que dejo en reposo para más adelante. Entonces, el día que estoy frente al ordenador y tengo tiempo de sobra para revisar el cuaderno y rescatar esas pequeñas semillas me dedico a ello. Normalmente, este reposo les sienta genial y con tirar un poco del hilo y darles algunas vueltas consigo terminar sacando el poema que busco.
Ahí es cuando Scrivener entra de lleno en la ecuación del proceso creativo. Lo utilizo para ir escribiendo estos poemas, separándolos y clasificándolos en carpetas por temática dentro del proyecto que tenga entre manos en ese momento. Luego, cuando haga la revisión final tras la corrección, es bastante probable que todo cambie, pero como inicio para aclararme es un punto de partida.
Segundo uso de Scrivener para poesía: el momento corrección
La bestia negra de los escritores no es el proceso de creación en sí. Por más bloqueos que aparezcan o momentos de dudas que se tengan, eso no es lo peor. Ese momento en que te planteas absolutamente todo, dudas de ti y de tu proceso de escritura y acabas casi odiando el segundo de tu vida en que decidiste meterte en semejante berenjenal de escribir lo que has escrito es cuando te pones a corregir.
Scrivener ofrece la opción de compilar, que sirve para preparar el documento para imprimir (entre otras cosas). Una vez que lo tengo en formato pdf, preparado para pasar a papel, imprimo porque, como ya dije antes, soy una enamorada del papel y necesito corregir mi texto a mano. A lo mejor me lo plantearía más si fuese una novela de quinientas páginas, pero para poesía me va genial.
Es entonces cuando, pluma con carga de tinta roja en mano, proceso a la corrección en sí. Quito cosas, cambio otras, puede que acabe eliminando algún verso o añadiendo unos cuantos, etc. Y si lo hago en papel es para poder ir luego colocando en diferentes hojas, frente a mí, y poder descartar partes de un plumazo o reorganizar otras. Todos esos cambios luego los traslado al propio Scrivener, donde seguramente luego acabe haciendo otros cuantos más sobre la marcha.
El proceso, en total, puede llevarme algunas semanas (en parte porque me lo tomo con calma, para no saturarme). Sé que podría ahorrarme parte del proceso haciéndolo todo en el ordenador, pero ver el texto en un soporte distinto al que lo escribí me permite ver errores que pasaría por alto si los leyera en la pantalla, por ejemplo. Es como un filtro para evitar leer «de memoria», sin prestar atención.
Después compilo y ya tendría un borrador corregido y listo para ser movido por el mundo.
Tercer uso de Scrivener para poesía: los futuros proyectos
Porque siempre hay cosas que se descartan, cosas que se escriben y no encajan con lo que quieres desarrollar en ese momento o ideas que pueden ser interesantes de cara a un futuro proyecto.
Esto es ya muy personal, pero guardo un documento de Scrivener solo y en exclusiva como archivador de ideas para proyectos. Le dedico una carpeta del menú lateral a cada uno de esos posibles futuros proyectos (algunos hay ya ahí como «terminados» o «en proceso») y a partir de ahí, de vez en cuando, echo un vistazo y veo qué tengo que se pudiera usar para escribir, cuál podría trabajar en próximas ocasiones o que´podría ir descartando por el momento hasta más adelante.
Es útil, muy útil. Ayuda bastante a organizar todas las ideas y que no queden eternamente repartidas en mil cuadernos y se puedan olvidar con el tiempo.
¿Qué otros usos se os ocurren para Scrivener? ¿Lo usáis? ¿Os ha resultado curioso? Me encantaría leeros en los comentarios.
PD (dic. 2020): me pasaron por correo electrónico este artículo en inglés con herramientas para escritores que podría interesaros. Echadle un ojo, que tiene buena pinta.