Cerrar un cuaderno que se acaba no es solo que un puñado de páginas estén rellenas, es a veces también cerrar etapas. Así se comienzan las siguientes con mayor ganas y una orientación más clara.
1.
Si algo me ha traído la pandemia es la certeza. Certeza de que es lo que me salva la vida: escribir. Que ya lo intuía, pero me ha devuelto esa certeza por si la hubiese olvidado después de escribir tan poco desde principios de 2019.
Y ha sido poco a poco, a ratos, de camino a avisos, desbordándome, en el autobús, en casa escuchando música, yendo o viniendo, poniéndome un gorro quirúrgico o quitándome batas y guantes tras una visita cuando he ido creciendo letra a letra, cuando han ido saliendo las palabras. A veces unas pocas, una frase. Otras, un torrente que solo ha parado cuando han acabado por escrito.
Ha sido en lo peor de la primera parte, cuando todavía estábamos en shock tratando de asumir lo que se nos venía encima, cuando escribí porque sí, porque lo necesitaba, porque tenía que hacerlo o si no explotaba por dentro, porque era lo más imprescindible.
Y se cumple un año desde las banderillas suspendidas, congeladas en el tiempo en la calle vacía. Se cumple un año desde que el tsunami nos aplasta. La poesía vino a acunarme entre sus brazos, a darme la oportunidad de sacar el dolor del pecho antes de que se desbordara y rompiese hasta las costillas a su paso.
Se cumple un año desde que me reconciliara con mi escritura. Y doy gracias, me siento afortunada, por estar un año después escribiendo sin parar, usando mis momentos libres en plena vorágines de autocuidado con forma de paréntesis creativo.
Me quedo con dos cosas literarias importantes de este último año: la certeza de que las palabras salvan y un proyecto que, si bien empezó antes a ser imaginado, fue durante estos tiempos tan duros cuando ha adquirido voz propia y ha crecido hasta ser lo que es, hasta convertirse en Nostalgia.
2.
«Pero ya no escribo como lo hacía antes.»
Esto es de 2020, de una nota perdida en el móvil, escrita en septiembre.
No; y en su día tenía sentido. No escribía como había hecho hasta entonces. No había abandonado a su suerte el cuaderno durante semanas, sin hacerle caso, para luego encontrarlo un buen día al fondo de la mochila, sin saber qué hacer con él. No he tardado eones en saber qué escribir, completamente atascada, dejando que todo me pese y la vida me engulla.
No, esta vez es distinto. Esta vez he abrazado a esa parte de mí que creí perdida y he decidido no volver a soltarla. Así que no, no escribo como lo hacía antes, ahora escribo más, escribo en todo momento, relleno páginas y me dejo llevar.
He vuelto a sentir el impulso de escribir como el primer día que me acerqué al papel.
Escribir con tanta entrega me da envidia. Hace mucho que yo no estoy en ese flujo de escritura con un efecto tan balsámico/terapéutico. Me alegro mucho de que hayas conseguido engrasar esa válvula de escape. Un abrazo. ^_^
Nos falta volver a vernos en directo, que hace tiempo que no quedamos. Ojalá así puedas fluir de nuevo.
Un abrazo.