«Avanzamos y fotografío. ¿Me mueve la curiosidad, el ansia de preservación? A veces, fotografiar es mi modo de hacer acopio de luz.»
as it is – Alba Cid (Oculta Lit #5)
Fotografiar y escribir son mis formas preferidas de preservar en la memoria.
Hago acopio de luz y de momentos en varios formatos. Lo habitual suele ser el disparo rápido, la fotografía. A veces sale movida, a veces en sí no vale mucho, pero no me importa. Son necesarias y yo me muevo a base de imágenes. Imágenes que me persiguen, me inspiran, me hacen sentarme a reflexionar. Ambientes en los que al final, de forma irremediable, me tengo que sentar a plasmar de alguna manera lo que va bullendo por dentro mientras, a la vez, el paisaje hace de catalizador.
La memoria se compone, pues, de esos momentos inmortalizados en un puñado de letras en un cuaderno que se cierra, esta vez, con solo tres meses justos desde la primera apertura. Ya no es solo el puñado de palabras que contengan estas páginas, lo que haya ido circulando de un lado a otro de las circunvoluciones cerebrales. Es también las imágenes que, de forma paralela, enriquecen el contenido. Aquí y allí dejo caer que tal imagen me ronda. Que tal paisaje me ha impactado. Que he vuelto, con los años, a estas otras. Que mis lecturas me proveen de palabras con las que seguir avanzando y seguir escribiendo, sí, pero también de nuevas imágenes de las que partir.
En la fotografía me encuentro, capto la instantánea para que no se pierda. En el cuaderno me explayo, me dejo verter en palabras para que ese pedacito de memoria en forma de luz ilumine cuando eche la vista atrás y vuelva a leerme.
En estos últimos tres meses eso ha ocurrido en estas páginas que ahora cierro. Casual, como tantas imágenes, fue el hecho de encontrar dicho cuaderno: en mitad de la calle, en plena composición de un poema muy personal que nunca verá la luz pero necesitaba soltar, lo encontré en una librería hacia donde iba a recoger un pedido. Como si estuviera esperándome. Y con él en el bolso o la mochila he guardado más ideas de las que pensaba, impresiones de una corrección, noticias varias y, sobre todo, imágenes.
Guardo, de paso, imágenes del cuaderno en sí. Para que cuando eche la vista atrás recuerde los momentos en que tuve que parar a analizar qué estaba viendo, sucediendo o pensando. O para captar, de modo exacto, una imagen mental nueva para un nuevo proyecto, como hice en su día, hace un año, con Nostalgia. E, incluso, para recordar mientras escribo esto que el momento en que sientes de verdad que el puñado de ideas es una realidad y que va creciendo por momentos es de los mejores momentos como escritora. Y eso merece inmortalizarlo, ya sea con una fotografía o por escrito. O ambos.
Tres meses después, inauguro el cuaderno número quince, dispuesta a continuar haciendo exactamente lo mismo que con su predecesor. Eso sí, con la energía y la motivación de que vuelvo a tener palabras dentro que crecen e imágenes que quiero trasladar al papel cuanto antes. Luz que plasmar y preservar.