Me he dado de vacaciones de escritura todo agosto: ninguna entrada por aquí, solo intentos de leer más y algunos planes de aprovechar el tiempo para poner al día el temario y repasar mientras recargo las pilas literarias.
Ahora que se acaba agosto puedo decir que ni he conseguido lo que me propuse en cuanto a estudios se refiere (mi concentración está en otras latitudes) ni he conseguido inspirarme más de la cuenta. Acumulo rabia, como llevo acumulando desde que empezara la pandemia, y cada vez a niveles mayores. Esto, por supuesto, me está afectando más de lo que quisiera.
Sigo sin pasar a limpio lo que llevo dentro desde que empezara la cuarentena aunque no pare de sumar y sumar notas por todas partes. El agotamiento mental sigue presente, mi futuro laboral vuelve a estar pendiente (se presenta un otoño que preveo muy movido, Covid aparte) y mi presente laboral sigue marcado por el hecho de llevar mil cosas adelante. Para variar.
Mi mente solo clama orden. Que ordene esta cabeza, que vuelva a la rutina, que me marque horarios y que vuelva así algo de sentido a mi vida.
Lo que es algo positivo, ser alguien que planifica para evitar su tendencia natural al caos y que lleva adelante mil cosas a la vez, puede ser negativo cuando se aprovechan de ello en el plano laboral. Y termino llevando la clínica entera adelante. O la planta en su día. O lo que sea. Mientras, ves que otras personas hacen lo justo, si es que llegan; mientras, te cargas de trabajo, tuyo y de otros, y lo sacas adelante porque te pones las pilas y puedes; mientras, ves que los horarios y cuadrantes están hechos para que las de siempre solucionemos la papeleta.
Pero, por el camino, se aprovechan de la capacidad de estar a todo y mantener el orden. Lo saben y lo sabes. Me queman y agotan a partes iguales. El cansancio mental es lo que peor llevo y lo que más arrastro. Es lo que me tiene estática y sin avanzar en otros ámbitos.
La pandemia nos está afectando y dejando tocados a todos los sanitarios por mil motivos. Los míos tienen algo del EPI con el calor y las bajadas de tensión, muchísimo (lo que más) del cansancio mental y una buena porción de inestabilidad laboral por no saber qué será de mi futuro en otoño. Cabreada, también, porque no publican la bolsa 17 definitiva (los papeles para actualizar méritos los echamos en diciembre de 2019, sin prisas), tengo ya puntos, incluso en la bolsa 16, como para que me den algo medianamente estable y me estoy viendo venir un contrato Covid como un mercancías de frente a toda velocidad.
Por otro lado, la actitud de los que atiendo entre exigencias y malos modos no ayudan a nada en todo esto.
Así que necesito orden en mi cabeza, rutina, algo a lo que agarrarme en mitad del caos y que no me engulla. Por supuesto que ahí es cuando aparece el temario, recordándome que le haga caso. También es cuando mi mente más ganas tiene de apuntarse al NaNo por aquello de la evasión, pero con la que se me viene encima creo que va a ser la peor idea que pudiera tener en este 2020 tan desastre e incierto que estamos viviendo.
Me di agosto de vacaciones de escritura, pero he vuelto casi peor que como me fui. No importa. Tocará aprovechar este estado de cansancio para tratar de devolver algo de orden al caos y que funcione, que salga adelante. Pelear, para variar, porque en esta casa no existe el concepto «rendirse». Al menos puedo decir que no será porque no trabajé en ello.
*Informes post-guardias es una sección donde recortes de pensamientos sanitarios, no sanitarios y personales se entrecruzan, fáciles de leer y digerir
Vaya panorama. No me extraña que te sientas así. Sobre todo si se mira afuera dan ganas de… no sé. De desaparecer.
Ánimo, bella.
Qué cansancio más generalizado de todo, de verdad. Gracias por los ánimos.