El paseo, callejeando, me hace pensar en una Málaga dormida, desconocida.
1.
Volver al sur para mí siempre es terapéutico. Tiene algo el volver que me sana y me recompone. Consigue que cambie el ritmo, haga una pausa, mire alrededor y reflexione.
Volver, ver a los míos, hacer este paréntesis. También es reencontrarme conmigo misma en una librería, una cafetería, paseando sin parar. En todas partes. Retornar a Valencia con el cuaderno cargado de ideas, muchísimas preguntas y quizás algo de rumbo para lo que quisiera escribir.
2.
Está siendo un reencuentro en toda regla en el que los sentidos se expanden al máximo y me dedico a absorber por todos los poros todo lo que estoy sintiendo. Proceso más de lo habitual, me expando, trato de abarcarlo, trato de contenerlo y guardarlo bien dentro. Por los meses de sequía, por lo que pudiera venir en cualquier momento.
Me encuentro conmigo misma callejeando, escuchando las campanas, fusionándome con cada paso con las calles que transito. Atención plena y consciente del instante del momento y del lugar.
Estoy aquí.
Soy aquí.
Este es mi lugar.
Estoy en casa.
Y encontrarme aquí y ahora en paz es algo que ha tardado. El resultado de mucho caminado.
Y el cuaderno es donde me expando para que todo quede guardado. Donde me detengo para dejar estas palabras y muchas más, donde pensar se hace fácil. Acabo con un puñado de ideas en las que trabajar en un futuro. No demasiado lejano.
3.
El libro sigue creciendo. Poco a poco. No sé todavía qué clase de libro será en realidad Silencio, pero tengo claro que el proceso creativo será lento. Casi que se escribe paso a paso, día a día, conmigo deambulando por estas calles, para luego entrar en pausa.
De pronto aparece, como hacía tiempo (desde que acabé el poemario anterior) una chispa fugaz que me obliga a buscar el papel más cercano para apuntar rápidamente una idea, una sensación, algo de lo que partir. Todavía es demasiado débil todo, queda un largo camino creativo por delante hasta que esto sea, realmente, un libro tangible. Aún es una sensación, un puñado de líneas que van creciendo despacio.
Tampoco tengo prisa. Prefiero tomarme mi tiempo si con eso consigo algo de calidad. No me conformo con menos.
4.
Y si, con todo lo anotado, a la vuelta aparece una lectura inspiradora con la que consigues sentir que, por fin, has encontrado el rumbo que quisieras para el libro, bienvenida sea. Y si con esa lectura te respondes preguntas que no te hiciste y otras pocas que sí, una alegría.
El retorno al llar, al refugio, se convierte en un rompecabezas en el que van cobrando sentido ciertas cuestiones que te perseguían. Todo se ordena. Sabes que va a toca darle vueltas al lenguajes. Sabes ya qué no y qué sí. Sabes ya que el nombre provisional que tienes pensado para el libro, para ese Silencio, va cobrando sentido. Descartas opciones por improbables. Empiezas a barajar nuevas.
El camino que queda de aquí a que sea escrito es largo y tortuoso. Apenas si lo estoy transitando. Pero en el equipaje traigo un puñado de preguntas que responder para ir construyendo el armazón y un montón de respuestas. Ahora, lo que toca, es dotar de sentido a todo e ir trazando, sin prisas pero sin pausas, línea a línea de este proyecto.