Esto es solo un resumen de lo que más me ronda por la cabeza últimamente.
1.
¿Cuántas veces he dicho ya, a lo largo de los años, que me preparo el EIR? ¿Cuántas convocatorias llevo dando la matraca? ¿Cuánto he insistido en la convocatoria anterior que iba a ser la última vez?
Se me quedó tal sensación de injusticia dentro que por mucho que me dijese en su día que ya estaba bien no podía dejarlo correr. Tenía que intentarlo una vez más y pelearlo lo mejor posible. Estudiar como no pude estudiar en su momento porque no partía de las mejores circunstancias.
Así que sí, voy a por mi séptima convocatoria. Y como me dijo mi compañera R., casi una mami para todas nosotras (ojalá ser como ella): lo que me prepare ahora a malas me servirá para las oposiciones.
Hay altibajos, por supuesto. No está siendo la preparación más perfecta imaginable. Pero estoy trabajando mucho para llevar lo más al día posible mis horarios y el temario. A base de mucho esfuerzo voy cumpliendo semana a semana lo planificado y eso ya me parece mi triunfo personal, pase lo que pase en el examen.
2.
Raro es el año que a finales de agosto o mediados de septiembre no tenga por la cabeza rondando mi evento literario favorito de todos: el NaNoWriMo. Desde que lo descubriese, allá por 2011, no ha habido un año en que me lo haya perdido. A lo mejor han habido años en los que no he escrito mucho, o quizás no han sido momentos productivos, pero el hecho de intentarlo al menos es algo que me pide el cuerpo conforme se acerca noviembre.
Y este año no iba a ser menos, por raro que esté siendo con la pandemia. O quizás por eso, porque salimos menos, el cuerpo me lo pide con más insistencia.
Por supuesto, el problema principal va a ser estudiar un EIR, con lo que supone hacerlo robando tiempo al reloj porque trabajo a la vez, y sacar tiempo a diario para teclear algo. Ni me planteo siquiera la meta mínima de las 1667 palabras, eso sería una utopía en estas condiciones. Más cuando empecemos con la campaña de gripe, los contagios, las PCR masivas y el agotamiento extremo unido a dormir poco porque las pesadillas me persiguen.
Si me apunto al final, si sigo este impulso de escribir en noviembre, será para pensar en papel. Para intentar plasmar en palabras. Para poner orden y pasar a limpio borradores. Para sacar tantas cosas que llevo dentro y que están creciendo sin control. Aunque haya días que ni me acerque al teclado, o solo pueda arañar quince o veinte minutos porque mi prioridad siempre será el estudio.
Y eso si al final las circunstancias laborales me dejan, claro. Que todo puede ser que ni siquiera pueda al final hacer nada. No sé qué será en mi vida en octubre, así que veremos a ver qué pasa con estas ganas.
3.
¿Lo único que le pedía a este 2020 a principios de año? Estabilidad. ¿Por lo que suspiraba en plena pandemia en 2020? Un poco de tregua, ver a los míos, un poco de desconexión.
He conseguido al menos las dos últimas cosas. Y creo que ha sido lo más terapéutico que podría pasarme, lo que más necesitaba. Lo que me ha cargado las pilas para estudiar (cosa que tampoco he dejado de hacer, aunque haya bajado el ritmo un poco en agosto) y las ganas de escribir al máximo. Tan al máximo que no paran de rondarme por la cabeza un par de imágenes, con lo que crecen más las ganas del NaNo.
Pero sigo aspirando a la estabilidad, a pesar de todo. Ojalá se materialice de alguna manera, cada día estoy más cansada de pelear por ella. Y ojalá mi sed de ser un Sim de Renacimiento pueda saciarla algún día (no demasiado lejano).