Un camino salpimentado de pistas donde menos las espero. Un conjunto de casualidades que demuestran que las lecturas escogidas están, en realidad, para aportar luz al trayecto.
Y cuando no sé ni por dónde empezar, leo. Tropiezo con libro tras libro. Recorro mi biblioteca, la del pueblo y la de mi padre con los dedos buscando, siempre buscando, siempre tras un trazado. La senda se abre ante mis ojos palabra por palabra.
Anoto. Subrayo mentalmente en este libro que no es mío. Guardo frases que resuenan como guías, como espejo en el que reflejarme o como foco con el que alumbrarme. Transcribo al cuaderno.
La última frase de todo un volumen en una lengua que no domino dota de sentido a todo. Y es curioso cómo sucede, cómo aparece, cómo la primera frase del siguiente sigue el hilo de mis pensamientos.
Pistas, pistas por doquier. ¿O seré yo, que veo donde parece que hay poco un poso que se me muestra solo ahora, con los años, con claridad ante los ojos? ¿O será que ahora es el momento de leer todo esto, ahora y no antes, no más tarde?
Todavía no sé qué escribo. Sólo sé de pistas en el camino y de trazados que sigo. Hacia dónde, es demasiado pronto para saberlo.