«La lengua que vertebra los pensamientos que se vierten comparten imágenes comunes a pesar de distancias físicas mientras las culturales afloran una tras otra. La lengua que vertebra las palabras contenidas y que llegan a mí traducidas son la misma en distintos lugares y semejan las mismas imágenes que entendemos en blanco y verde.»
Blanco y verde. Verde y blanco. Ha sido tinta antes que imagen, ha sido fragmento antes que algo completo.
Primero fue la c de comienzos. Fue el punto de inicio, la imagen en la mente, la búsqueda intentando capturarla. Algo muy sutil y esquivo que, en esos momentos a inicios de marzo, era pura inocencia, algo que intentaba captar pero no tenía claro hacia dónde me iba a llevar.
Luego vino la c de costumbres. Costumbres que tenía asentadas, que pensaba que eran inmóviles, que jamás cambiarían tanto como al final hicieron. Buscaba, en ellos, encontrarme para saber qué decir, por dónde empezar. Pero unos días después vino el estado de alarma y se acabó cualquier atisbo de normalidad.
Vino la c de cuarentena. Vino un poema que hasta hace nada era rabiosa actualidad, aunque no podemos bajar la guardia del todo. Vino la reflexión de qué era el día a día. Hemos quedado en pie, recibiendo tsunamis uno tras otro, pero a qué precio.
Tras eso apareció la c de crecimiento. Porque a partir de lo malo también hay rayos de esperanzas y el libro seguía creciendo. Las calles congeladas daban para inspirarse. La idea había arraigado, sin duda.
Mayo llegó con c de calendario. En ese 2020 extraño el concepto de tiempo se reinventó por completo. Porque a través de los días las palabras se iban deslizando al cuaderno, a ratos como un chorro y a ratos como un goteo continuo. Y aún así, se me quedaba la cuarentena grande como para contenerla.
Apareció, también, con a de abstracto. Me hice preguntas, muchas. Me encerré en mí misma. Y el dolor seguía, era parte de mí ineludible.
De ahí pasó a con a de avances. Porque por fin en octubre, meses después del inicio de la pandemia, pude volver la vista atrás y supe con claridad que era el momento de sacarlo todo. El libro no había dejado de crecer ni un segundo y era ya urgente escribirlo.
Y llegó noviembre y con él el NaNoWriMo. Y empecé a escribir de verdad, a pasar a limpio material. Y empecé a darme cuenta del calibre real de lo que tenía entre manos. Y seguí escribiendo a lo largo de ese mes sin parar soltando todo lo que tenía dentro y sabía que tenía que salir. Tuviese o no que ver con el libro que llevaba creciendo todo ese tiempo.
Acabé el mes con a de aceleración. Porque de lo que empezó con idea de ir con calma se fue acelerando. Porque pasé un mes muy intenso de reflexión y escritura que me ayudó muchísimo a tener buena parte del libro escrito, aunque no terminado.
Y sin la presión de noviembre seguí escribiendo. Apareció con a de auriculares. La música se convirtió en apoyo y excusa para dejar salir lo que me quedaba por decir.
Era importante hablar también con t de tiempo. Porque ha sido lo que más ha ido variando en los últimos meses. Y en ese periodo de tiempo las ideas han ido madurando sin parar, creciendo y haciéndose cada vez más completas.
Llegó, así, el día con t de terminar. En menos de un año pasé de una imagen y unas ideas fugaces a un libro escrito y completo. Todavía quedaba mucho por trabajar, pero el borrador estaba ahí por fin. Era mediados de enero. Habían pasado exactamente diez meses.
Pensar en corregir y temblar, con t de temblores. Porque estaba todo demasiado reciente. Porque la tercera ola fue muy dura y en ese momento no estaba para acercarme al borrador. Porque, a pesar de todo lo escrito, sabía que la corrección sería cuesta arriba por lo que iba a leer.
Pero tocaba con e de elegir. Elegí dividirme el trabajo en partes y hacerlo poco a poco. Elegí funcionar con lo que sabía que me había funcionado en veces anteriores. Y me sirvió de mucho. Y, al final, acabé por abrazar el proceso de corregir como algo terapéutico. Y lo disfruté.
Por eso llegó con e de eliminar. Porque corregir poesía, para mí, es como desbridar versos. Paciencia, una pinza, un bisturí y a ir retirando todo lo desvitalizado para que el lecho vaya madurando y creciendo. Así acabé la corrección del borrador.
Tras eso, con e de extraños. Reflexioné sobre mí, sobre mis «extraños»: lo que he hecho, lo que hago, lo que soy. Pero también mencioné mis procesos porque me di cuenta de que el libro está terminado en más de un sentido. Ahora mi mente está libre, el círculo se cierra y vuelvo al punto de partida.
Es por eso que escribí con n de natural. Porque lo natural era cerrar el ciclo de entradas, aunque tuviese pensados más temas en un momento inicial. Tocaba dejar hibernar y a la espera el proyecto mientras lo peleaba por otros lados.
Pero hoy tenía que volver con n de noticias. Porque la noticia de que un proyecto tan importante para mí, un poemario tan intenso, será publicado es de las mejores cosas que me han pasado. Y creo que es un motivo más que de peso para traer esta entrada aquí.
Así que en breves, con Ediciones Medina, podré compartir con vosotros mi nuevo hijo literario. Y su nombre real, por supuesto. Será mi primer poemario publicado y estoy deseando que lo leáis.
Os podéis hacer una idea aproximada de la ilusión que me hace anunciar esto, mi segunda publicación hasta la fecha (la primera, recuerdo, fue el relato «Pero eran otros tiempos» dentro de la antología Mujeres en construcción, publicada por Vinatea). He puesto gran parte de mí en todos estos poemas, me he desbordado en palabras y gracias a eso he podido contener el dolor de una pandemia en un libro que, espero, os llegue tanto como a mí durante el proceso de escritura.
Gracias por la compañía durante el trayecto de la escritura. Sin vuestro apoyo al otro lado de la pantalla esto hubiese sido mucho más duro de escribir. Y seguramente más insatisfactorio.
Me hace muchísima ilusión leer esta entrada. Hay un gran proceso detrás de un libro y lo explicas de maravilla. Estoy deseando hacerme con ese poemario. Un besazo enorme.
Muchas gracias, querida. Ha sido un proceso muy duro, pero necesario. En cuanto tenga más datos del proceso ya os los iré compartiendo.
Un besazo.
Pues si seguimos con letras, yo me pido la E de «Enhorabuenísima, Isa!». 🙂
Mil gracias, Bettie. Tenía pensadas originalmente más letras y más entradas y al final ha sido un libro que se ha escrito solo. Qué ganas de que lo leas. Un abrazo.